Eucaristía

Domingo 10 de Diciembre

2° domingo del Adviento

VEN, JESÚS, VEN A MI VIDA.
DANOS TU FUERZA PARA ANDAR. (BIS)

Caminar, a lo largo de esta vida,
pero agarrados de tu mano.
Y saber que no hay nada en este mundo
que pueda separarnos.

VEN, JESÚS, VEN A MI VIDA.
DANOS TU FUERZA PARA ANDAR. (BIS)

Enciende una luz, déjala brillar
La luz de Jesús que brille en todo lugar

No la puedes esconder, no te puedes callar
Ante tal necesidad, enciende una luz en la oscuridad.

Señor ten piedad

Cristo ten piedad

Señor ten piedad

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

Amén.

Lectura del libro de Isaías.

Is 40, 1-5. 9-11

«Consolad, consolad a mi pueblo
—dice vuestro Dios—;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados».

Una voz grita:

«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.

Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos juntos
—ha hablado la boca del Señor—».

Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sion;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén;
álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.

Mirad, el Señor Dios llega con poder
y con su brazo manda.

Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.

Como un pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su brazo los corderos
y los lleva sobre el pecho;
cuida él mismo a las ovejas que crían».

Palabra de Dios.

Sal 84, 9abc y 10. 11-12. 13-14 (R.: 8)
R/.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R/

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro

2 Pe 3, 8-14

No olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.

El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión.

Pero el Día del Señor llegará como un ladrón.

Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto.

Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo, ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!

Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados.

Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.

Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables.

Palabra de Dios.

Aleluya cantará

quién perdió la esperanza,

y la tierra sonreirá, ¡Aleluya! (bis)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

Mc 1, 1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Como está escrito en el profeta Isaías:

«Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»;

se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

Palabra del Señor.

Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios,
Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

EL PAN QUE COMPARTIMOS AL COMER
Y EL VINO QUE COMPARTIMOS AL BEBER,
SON SÍMBOLOS DE UNIÓN,
SON SÍMBOLOS DE AMOR, SON SÍMBOLOS
DE LO QUE TÚ NOS ENSEÑASTE A SER.

1.Tú nos has ofrecido tu cuerpo
y nos has ofrecido tu sangre
como signo de lo que nosotros
debemos hacer.
Ofreciendo nosotros la vida
ayudando a vivir a los otros,
ya podremos sentarnos contigo
a comer y a beber.

Santo, santo, santooo, santo es el Señor,
Dios del universo, Dios del universo.
Llenos están cielo y tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo, hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo, hosanna en el cielo.
Santo, santo, santooo, santo es el Señor,
Dios del universo, Dios del universo.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.

Haz que abandone la alforja
que hasta ahora he llevado.
Haz que rechace el vestido que traje has aquí.
Haz que me quede desnudo ante tu presencia.
Haz que abandone mi vieja razón de existir.

Maranathá, ven Señor, Jesús.
Maranathá, ven Señor, Jesús.
Maranathá, ven Señor, Jesús.
Maranathá, ven Señor, Jesús.

Dame valor en la lucha que traigo conmigo.
Haz que comprenda que sólo un rival tengo yo.
Ese rival es mi orgullo que siento por dentro.
Cuando me venza a mí mismo seré ya de Dios.

CANTO DE POSCOMUNIÓN

Ven, Señor Jesús
Ven y sálvanos
Ven, Señor Jesús
Ven, danos tu amor (bis)

Dijiste Sí y la tierra estalló de alegría
Dijiste Sí y en tu vientre latía divina la Salvación
Hágase en mí, de corazón, la voluntad de mi Señor
Que se cumplan en mí cada día los sueños de Dios
María, las tinieblas se harán mediodía
A una sola palabra que digas
En tus labios alumbra ya el Sol
María, la doncella que Dios prometía
Un volcán de ternura divina
Primavera de Dios Redentor
Gabriel tembló, conmovido con tanta belleza
Madre de Dios, cuélame en tu mirada de amor de la Anunciación
Hágase en mí, de corazón, la voluntad de mi Señor
Que se cumplan en mí cada día los sueños de Dios
María, las tinieblas se harán mediodía
A una sola palabra que digas en tus labios alumbra ya el Sol
María, la doncella que Dios prometía
Un volcán de ternura divina, primavera de Dios Redentor
Hágase en mí, de corazón, la voluntad de mi Señor
Que se cumplan en mí cada día los sueños de Dios
María, las tinieblas se harán mediodía
A una sola palabra que digas en tus labios alumbra ya el Sol
María, la doncella que Dios prometía
Un volcán de ternura divina, primavera de Dios Redentor